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Mostrando entradas de octubre, 2010
Alguien pensó como sufren los árboles cuando los torturan, y los mutilan sin poder gritar su dolor. O la tristeza que tiene el mar cuando lo bañamos de todas las mierdas existentes. O cómo se ahoga el aire cuando lo llenamos de porquerías. Alguien se puso a pensar alguna vez en el miedo que nos tiene la muerte o cómo nos odia el amor por romperle tanto las pelotas. Yo sí pienso en esas cosas. Pienso en lo frío de la soledad del sol en la eterna virginidad de la luna, en la relación amorosa del viento y las hojas y en que la lluvia es el momento en que el cielo y la tierra tienen un orgasmo La venganza del cordero atado Por Camilo Blajaquis

Miro fijantente sus ojos...

Miro fijamente sus ojos, indefinidos aún, de igual manera me mantiene la mirada hasta que no aguanta y una fuerza natural arrastra su cabeza hacia el lugar al que no quiere ir. Acostumbrado a noches de absoluto silencio, hoy un mínimo sollozo me empuja, me arrastra, nos une, a vos a mis brazos y mis brazos a vos.

ARRORRÓ

Arro rró mi niña arro rro mi amor arro rro pedazo de mi corazón Este niño lindo que nació de día quiere que lo lleven a la dulcería Duérmete mi niña duérmete mi amor duérmete pedazo de mi corazón Este niño lindo que nació de noche quiere que lo llevena pasear en coche. Duérmete mi niña duérmete mi amor duérmete pedazo de mi corazón

Te conocí...

Te conocí mujer y ahora sos madre Te conocí triste y ahora plena Te conocí bella y ahora sos hermosa Te conocí con una lágrima, la misma que recorrió tu rostro cuando diste vida Te conocí tuya y ahora sos mía... Te conocí y me conocí Éramos dos, y ahora tres

Hablando de tango

Tango lindo que se estira en un bandola atorrante y que sale agonizante mientras se baila y se aspira... Tango! Sos como una tira de prepotencia y de mal; sos lágrima y delantal, sos velorio y cocaína, y sos tristeza de mina que se clava en un puñal Apología del tango - CARLOS GARDEL

Cansancio

Cansado. ¡Sí! Cansado de usar un solo bazo, dos labios, veinte dedos, no sé cuántas palabras, no sé cuántos recuerdos, grisáceos, fragmentarios. Cansado, muy cansado de este frío esqueleto, tan púdico, tan casto, que cuando se desnude no sabré si es el mismo que usé mientras vivía. Cansado. ¡Sí! Cansado por carecer de antenas, de un ojo en cada omóplato y de una cola auténtica, alegre, desatada, y no este rabo hipócrita, degenerado, enano. Cansado, sobre todo, de estar siempre conmigo, de hallarme cada día, cuando termina el sueño, allí, donde me encuentre, con las mismas narices y con las mismas piernas; como si no deseara esperar la rompiente con un cutis de playa, ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia, acariciar la tierra con un vientre de oruga, y vivir, unos meses, adentro de una piedra. Oliveiro Girondo